sábado, 10 de octubre de 2015

XXXIII Domingo del tiempo ordinario

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 10,17-30



En aquel tiempo, cuando Jesús salía al camino se le acercó uno corriendo, se arrodillo y le preguntó:

Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Jesús le contestó:

¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.

Él replicó:

Maestro, todo esto lo he cumplido desde pequeño.

Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo a sus discípulos:

Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.

A estas palabras él frunció el ceño y se marcho pesaroso porque era muy rico.

Jesús mirando alrededor, dijo:

¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!

Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió:

Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.

Ellos se espantaron y comentaban:

Entonces, ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dijo:

Es imposible para los hombres no para Dios. Dios lo puede todo.

Pedro se puso a decirle:

Ya ves que nosotros lo hemos dejado y te hemos seguido.

Jesús dijo:

Os aseguro, que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más, casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura la vida eterna.

Palabra del Señor.

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