El
culto a San José nació en la edad media como consecuencia de la
devoción a la infancia de Jesús. Fueron San Bernardo y Santa Teresa
de Jesús quienes alentaron la devoción, siendo el papa Gregorio XV
en 1621 quien elevó a fiesta de precepto y Pio IX en 1879 lo declaró
patrono de la iglesia universal.
José
es el hombre justo descendiente de David, que tomó por esposa a
María, asegurando así el entronque del Mesías con la casa real de
Israel.
A
continuación una selección de párrofos escritos por Santa Teresa
hablando de San José:
Y tomé
por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a
él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de
perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de
lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle
suplicado nada que no me lo haya concedido.
Es cosa
que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de
este bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado,
así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece que les dio el
Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este glorioso
santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor
darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra,
pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar,
así en el cielo hace cuanto le pide.
Y esto
lo han comprobado algunas personas, a quienes yo decía que se
encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que
han comenzado a tenerle devoción, habiendo experimentado esta
verdad.
Querría
yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo, por
la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No
he conocido a nadie que le tenga verdadera devoción y le haga
particulares servicios, que no lo vea más aprovechado en la virtud;
pues ayuda mucho a las almas que a él se encomiendan.
Quien no
hallare maestro que le enseñe a orar, tome a este glorioso Santo por
maestro y no errará el camino. No quiera el Señor que haya yo
errado atreviéndome a hablar de él; porque aunque publico que soy
devota suya, en servirle y en imitarle siempre he fallado. Pues él
hizo, como quien es, que yo pudiera levantarme y no estar tullida; y
yo, como quien soy, usando mal de esta merced.
Una vez
estaba en un apuro del que no sabía cómo salir, pues no tenía
dinero para pagar a unos albañiles, y se me apareció san José, mi
verdadero padre y señor, y me dijo que no faltaría dinero y que los
contratara; y así lo hice, sin un céntimo. Y el Señor de modo
maravilloso que asombraba a los que lo oían, me proveyó.
Aunque
tenga muchos santos por abogados, tengan particularmente a san José,
que alcanza mucho de Dios.
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