jueves, 30 de marzo de 2017

Fin de las charlas cuaresmales

Este miércoles 28 concluyó las charlas cuaresmales de la mano del diácono permanente D. Diego Vidal y lo hizo con el tema "La Cuaresma: ayuno, oración y limosna."


En su charla puso de manifiesto como el cristiano debe de ir progresando, no solamente cuaresma a cuaresma en su fe, sino que debe de hacer una revisión de su progreso espiritual especialmente en este tiempo de cuaresmal en el que nos preparamos para la Pascua de Resurrección y no quedarse solamente en la típicas oraciones vocales y cumplir los mínimos.


Ha de sentirse amado por el Padre y como consecuencia de ello no puede hacer otra cosa que derrochar amor hacia los demás. Así para ello la Iglesia nos da este tiempo en el que por medio de la oración, el ayuno y la limosna vamos forjando nuestro carácter al ponernos en el lugar de aquellos que pasan hambre, tienen necesidades... De esta manera suscitaba en el auditorio la necesidad de revisar su paso por la cuaresma, como ésta había cambiado su vida, su fe.

sábado, 25 de marzo de 2017

Cambio de hora 26 Marzo

IV Domingo de Cuaresma

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38

En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:

«¿No es ese el que se sentaba a pedir?».

Unos decían:

«El mismo».

Otros decían:

«No es él, pero se le parece».

El respondía:

«Soy yo».

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.

Él les contestó:

«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo».

Algunos de los fariseos comentaban:

«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».

Otros replicaban:

«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:

«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».

Él contestó:

«Que es un profeta».

Le replicaron:

«Has nacido completamente empecatado ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».

Y lo expulsaron.

Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

«¿Crees tú en el Hijo del hombre?».

Él contestó:

«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

Jesús le dijo:

«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es».

Él dijo:

«Creo, Señor».

Y se postró ante él.

Palabra del Señor.


jueves, 23 de marzo de 2017

Charlas cuaresmales

Ayer Miércoles 22, dentro de las actividades cuaresmales llevadas a cabo por la parroquia Ntra. Sra. del Mar, tuvo lugar la segunda de las charlas cuaresmales a cargo del presbítero D. Carlos Redondo Redondo de la parroquia del Carmen y que trató sobre el número 40.

Cuarenta fueron los años que pasó el pueblo de Israel en el desierto camino a la tierra prometida y cuarenta fueron los días que estuvo Jesús en el desierto a lo que nos preguntamos: ¿y donde estamos nosotros entre estos dos cuarentas?....

sábado, 18 de marzo de 2017

La Voz del Desierto - Sin tu calor



http://lavozdeldesierto.es/

A pesar de mis tibiezas,
de omisiones y pobrezas,
a pesar de que intentado
que no estés en mi cabeza,
a pesar de mis torpezas,
de juzgar con ligereza,
a pesar de que ignorado 
tu presencia siempre cerca.

A pesar de mis maldades,
a pesar de mis chantajes,
a pesar de que me busco 
y de que trato de evitarte,
a pesar de falsedades,
a pesar de los pesares,
a pesar de mis mentiras
que no ocultan tus verdades,

SÓLO QUIERO EXPRESARTE
NUNCA QUIERO ALEJARME
SIN TU CALOR
SIN TU CALOR
QUE PUEDO YO
QUE PUEDO YO

A pesar de mis riquezas,
que me impiden abrazarte,
a pesar de que he evitado 
que seas tú mi baluarte,
a pesar de mis flaquezas,
las pasiones que me ciegan,
a pesar de mis enfados, malas caras y asperezas.

A pesar de mis torpezas,
y de mis debilidades,
a pesar de que permites que yo mire hacia otra parte,
a pesar de mis perezas,
a pesar de los pesares,
a pesar de que mis quejas no me dejan alabarte.

III Domingo de Cuaresma

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 4, 5-15. M-26, 39a. 40-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:
«Dame de beber».
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice:
«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó:
«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva».
La mujer le dice:
«Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».
Jesús le contestó:
«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dice:
«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén»
Jesús le dice:
«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice:
«Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».
Jesús le dice:
«Soy yo, el que habla contigo.»
En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
«Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».
Palabra del Señor.

¿Cómo puedo vivir con alegría la Cuaresma? @Padre_Seba

sábado, 11 de marzo de 2017

PROGRAMACION CUARESMA

Los JUEVES treinta minutos antes de la Eucaristía
ADORACION DEL SANTISIMO

Todos VIERNES de cuaresma después de la Eucaristía
VIA CRUCIS

CHARLAS DE CUARESMA
Miércoles 15, 22 y 29 de Marzo a las 21:00 horas

CELEBRACION PENINTENCIAL (Confesiones)
Viernes 17 de Marzo a las 20:15 horas

CONVIVENCIA DE CUARESMA
Domingo 26 de Marzo a las 12:30 horas
en el colegio de las Salesianas
(compartiremos almuerzo y cafelito)

CINE FORUM JOVENES
Domingo 2 de Abril a las 18:00 horas

Mensaja del Papa Francisco para la Cuaresma 2017

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc16,19-31). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.
1. El otro es un don
La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.
La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016).
Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.
2. El pecado nos ciega
La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013).
El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.
La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).
El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.
Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).
3. La Palabra es un don
El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).
También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.
El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua. Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes.
La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31).
De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor ―que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador― nos muestra el camino a seguir. Que el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana. Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.
Vaticano, 18 de octubre de 2016
Fiesta de san Lucas Evangelista