«Oíd la Palabra de Dios y anunciad a los confines de la
tierra:
¡Animo, no temáis! Dios viene, nuestro Salvador» (Cf.
Jr 31, 10; Is 35, 4)
Queridos diocesanos:
Una vez más comenzamos el nuevo año litúrgico con la
llegada del Adviento, el período que nos prepara para celebrar la venida de
Dios entre nosotros: «Porque tanto ha amado Dios al mundo, que le ha dado a su
Hijo unigénito» (Jn 3, 16).
En este Año de la Fe, el Adviento reviste para nosotros un
atractivo más profundo, porque a todos se nos invita a cruzar la puerta de la
fe acogiendo, con corazón limpio y libre, abierto y sediento, la Palabra de
Dios, llena de su gracia transformadora.
El Adviento nos llama a contemplar al Señor presente entre
nosotros y a entrar por la “puerta” de la vida verdadera que es Cristo. Como
nos recuerda insistentemente la liturgia es un tiempo de vigilancia para
recibir al Señor.
Otro elemento fundamental del Adviento es la ‘espera’, una
espera que es al mismo tiempo esperanza. El Adviento nos impulsa a entender el
sentido del tiempo y de la historia como ‘kairós’, como ocasión propicia
para nuestra salvación. Y para vivir alegres y gritar con fuerza: ¡Ven Señor
Jesús!
En este Adviento marcado por el paro y la inquietud que
siembra por doquier la crisis económica tenemos la posibilidad de convertirnos
en testigos de esperanza. En unos momentos tan recios como los actuales, la
Iglesia por boca de su pastor nos recuerda que la fe sin la caridad no da
fruto. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la
otra seguir su camino. (PF. 14) Gracias a la fe podemos reconocer en quienes
nos piden un gesto de amor el rostro del Señor crucificado). «Cada
vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis» (Mt 25, 40). Sostenidos por la fe, afrontamos con
esperanza nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos
nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (cf. Ap
21, 1).
De hecho, ya hay motivos para la esperanza al comprobar con
agradecimiento tantos gestos de caridad y de generosidad que se están
multiplicando en estos días. Las puertas de muchas casas se han abierto para
acoger a familiares desahuciados, la mesa familiar se ha hecho más grande para
que en ella puedan sentarse los familiares y vecinos en paro, las pensiones de
los abuelos suavizan las necesidades de los hijos, etc. Una vez más resuenan
con fuerza las palabras del evangelio «venid benditos de mi Padre porque tuve
hambre y me distéis de comer…»
Al mismo tiempo, la Iglesia nos sigue invitando en este
Adviento a vivir con más intensidad la oración para seguir haciendo
presentes las primicias de ese cielo nuevo y esa tierra nueva donde reine el
amor. Nos llama a una verdadera conversión interior preparándole caminos
al Señor para que venga a nacer ‘en’ y ‘entre’ nosotros; y al mismo tiempo,
compartir nuestros bienes con los más necesitados, ayudando a CÁRITAS a
redoblar sus esfuerzos para salir al paso de la situación acuciante en la que
se encuentran tantos afectados por la crisis económica.
Por último, es necesario en este Adviento contemplar a María
en el misterio de la salvación, amarla e imitar su fe y virtud. A Ella, la
mujer escogida para ser Madre de Dios, le pedimos que nos acompañe para
recorrer este camino y tiempo de salvación y como Ella a estar dispuesto
a acoger a Jesús, hecho Niño por amor a los hombres.
Que Dios os bendiga,
+ José Mazuelos Pérez
Obispo Asidonia-Jerez